Gen Z Stare: la mirada que incomoda (y lo que dice sin decirlo)
Hay una nueva forma de mirar que se volvió viral, inquietante y, para muchos adultos, desconcertante. Se la conoce como Gen Z Stare. Es esa expresión fija, sin emoción aparente, casi imperturbable, que aparece en videos de TikTok, reuniones familiares, aulas o entrevistas. No hay sonrisa, no hay énfasis. Solo una mirada neutra, directa o perdida, que dice mucho más de lo que parece. ¿Qué hay detrás de esta forma de mirar? ¿Desafío, desapego, ironía, saturación? En este artículo exploramos esta expresión tan propia de las nuevas generaciones y tratamos de entender lo que comunica desde una perspectiva no verbal.ón de la publicación.
Julio Pereiro
7/21/2025


El Gen Z Stare surgió como tendencia en TikTok, donde jóvenes filmaban sus reacciones con una mirada fija, impávida, sin rastro de entusiasmo ni afectividad visible. El gesto se popularizó rápidamente y pasó a convertirse en un rasgo distintivo del estilo comunicacional de la generación Z (nacidos entre mediados de los 90 y principios de los 2010).
Una mirada viral
En apariencia, es una simple mirada sin emoción. Pero el contexto la vuelve significativa: aparece como respuesta a situaciones que, para otros, merecerían sorpresa, simpatía o aprobación. Frente a bromas, halagos o reclamos, esta expresión neutra se mantiene. Y eso incomoda. Porque rompe con la expectativa social de responder gestualmente a ciertos estímulos.
Aunque nació como un recurso irónico o performativo, con el tiempo se fue incorporando a la vida cotidiana de muchos jóvenes. Profesores, empleadores y adultos en general reportan haber percibido este tipo de mirada en interacciones presenciales. La pantalla lo visibilizó, pero su uso ya trasciende lo digital.
Lo que no se dice, pero se siente
Desde la comunicación no verbal, toda expresión facial —incluida la ausencia de expresión— es significativa. El Gen Z Stare no es una cara vacía, sino una postura comunicativa.
Este tipo de mirada puede expresar muchas cosas, dependiendo del contexto. Puede ser una forma de mostrar indiferencia, pero también de autoprotección. Algunos interpretan esta expresión como una forma de "no dar el gusto" al interlocutor, como si el joven dijera sin palabras: "No voy a reaccionar como esperás".


También puede ser una respuesta al exceso de estímulos: cuando todo parece requerir una reacción inmediata, elegir el silencio visual puede ser un acto de resistencia. En lugar de decir "me importa poco", podría estar diciendo "no tengo energía para seguir este ritmo".
Y en algunos casos, es simplemente una máscara. Un gesto aprendido, repetido, que encaja con la estética digital actual. Un modo de pertenecer a una comunidad que se identifica más con la contención que con la exageración emocional.
¿Rebeldía o defensa?
El desafío de interpretar el Gen Z Stare radica en que no hay una única intención detrás. A veces es una mirada que confronta. Otras, que evade. Lo que incomoda no es la agresividad, sino la ambigüedad.


En generaciones anteriores, la sonrisa cumplía una función social clave: suavizaba, generaba cercanía, abría el diálogo. En cambio, esta mirada neutra puede ser interpretada como distancia o desinterés. Pero eso no siempre refleja la realidad emocional del joven.
Muchos adolescentes y jóvenes adultos adoptan esta mirada como escudo. Ante la ansiedad social, la sobreexposición digital o el juicio constante, mantenerse inexpresivo puede sentirse más seguro. Menos reacción, menos vulnerabilidad. La impasibilidad se convierte en una forma de control.
También hay una crítica implícita en esta forma de mirar. Es como si dijeran: "No voy a actuar entusiasmo por obligación". Rechazan la idea de que toda interacción deba ser eficiente, simpática, productiva. En ese sentido, hay un componente de rebeldía que merece ser leído como posicionamiento generacional.
Leer más allá de los ojos
Para quienes trabajan con jóvenes —docentes, formadores, empleadores, familiares— comprender el Gen Z Stare implica aceptar que los códigos expresivos han cambiado. Y que juzgar esa mirada con parámetros antiguos puede generar distancia.
En el aula, un alumno que no sonríe ni asiente puede estar atento, aunque su expresión no lo demuestre. En una entrevista laboral, un candidato que responde con tono plano y mirada neutra no necesariamente está desinteresado. Y en la familia, un hijo o hija que reacciona con un Gen Z Stare puede estar regulando sus emociones más que despreciando el vínculo.


Interpretar correctamente estas señales exige contexto. No se trata de “decodificar” el gesto como si fuera un enigma universal, sino de leerlo dentro de una historia, una relación, un entorno. Preguntar, escuchar, abrir el diálogo son estrategias más efectivas que suponer.
Y también puede ser útil verbalizar nuestras propias percepciones. Decir "me cuesta entender lo que pensás cuando no mostrás ninguna expresión" puede abrir más caminos que una crítica directa.
Cambios que dicen mucho
El Gen Z Stare nos obliga a revisar nuestras expectativas sobre cómo debe ser una comunicación "correcta". Nos desafía a tolerar el silencio, la pausa, la mirada sin respuesta inmediata.
Entenderlo no significa imitarlo, pero sí respetarlo. Aceptar que lo que incomoda puede estar revelando algo valioso. Y que tal vez haya otras formas —menos obvias, menos ruidosas— de conectar con quienes eligen esa expresión como parte de su lenguaje.
Lejos de ser una moda banal, este gesto concentra múltiples capas de sentido: gestión emocional, identidad generacional, crítica cultural, estrategia de cuidado personal. No es simple frialdad, ni tampoco una provocación gratuita. Es una forma de estar en el mundo, de mirar sin ser mirado, de decir sin hablar.
No se trata de juzgar, sino de observar con más empatía y menos prejuicio. Tal vez no entendamos del todo lo que esa mirada quiere decir, pero podemos aprender a escucharla con más atención. Y quizás ahí, en ese intento de mirar sin exigir reacción, encontremos una forma distinta —y necesaria— de diálogo entre generaciones.
La conversación queda abierta. ¿Es el Gen Z Stare un síntoma de desconexión o una nueva forma de presencia? ¿Estamos ante una crisis expresiva o una transformación cultural profunda? El tiempo —y la observación atenta— dirán más de lo que hoy podemos interpretar.
Porque a veces, lo que más comunica... es lo que no se dice.
