No me entienden cuando hablo: cómo usar la comunicación no verbal para lograr que te escuchen (y te tomen en serio)
DescripciónPodés tener las ideas más claras del mundo, pero si tu forma de comunicar no acompaña, tu mensaje se debilita. En tiempos donde lo visual pesa tanto como lo verbal, la autoridad no se impone: se transmite. Y esa transmisión ocurre incluso en los silencios. Este artículo no es una guía de tips, ni una receta universal. Es una invitación a mirar el liderazgo desde un ángulo menos evidente, pero decisivo: cómo tu cuerpo, tu mirada y tu tono hablan de vos cuando no estás prestando atención. Porque a veces, lo que no decís… es lo que más se escucha. de la publicación.
Julio Pereiro
7/29/2025


Liderar también es comunicar (aunque no digas una palabra)
Vivimos en una era donde lo visual y lo inmediato dominan nuestras formas de comunicarnos. En ese contexto, la figura del líder también ha cambiado: ya no basta con tener ideas claras y una visión estratégica. Hoy, el liderazgo se construye también desde la imagen, los gestos, los silencios y las formas de mirar. Y aunque eso siempre fue así, en un mundo saturado de pantallas, esa percepción se vuelve más determinante que nunca.
La comunicación no verbal no es solo un adorno del discurso: es parte del mensaje. Cuando alguien dirige una reunión, aparece en un video institucional, participa de un evento o graba una historia en redes sociales, su lenguaje no verbal está diciendo algo. El problema es que muchas veces no sabemos qué está diciendo. O peor: dice algo muy distinto a lo que queríamos transmitir.
Uno de los errores más frecuentes que cometen las personas en posiciones de liderazgo es suponer que, como dominan el contenido, el mensaje ya está garantizado. Pero el receptor no solo escucha: también observa. Y en esa observación puede encontrar incongruencias, tensiones, vacilaciones o actitudes que contradicen el mensaje verbal. Una mirada esquiva, un gesto de tensión o un tono monótono pueden debilitar incluso al discurso más sólido.
Tres obstáculos que afectan la percepción de liderazgo
La buena noticia es que eso puede entrenarse. De hecho, uno de los aportes más potentes del análisis profesional de la comunicación no verbal es justamente esa posibilidad: aprender a alinear lo que decimos con lo que mostramos. No se trata de fingir, sino de tomar conciencia. De conocer nuestras propias expresiones habituales, de identificar patrones que pueden estar afectando negativamente la percepción que los demás tienen de nuestro estilo de liderazgo.
En nuestra experiencia, los problemas más comunes que identificamos en entrenamientos personalizados con personas en puestos jerárquicos son tres:


Desconexión emocional: líderes que hablan con corrección pero que no logran generar empatía, inspirar o movilizar a su equipo. En estos casos, suele haber una gestualidad pobre, un uso poco expresivo de la voz o una postura cerrada que bloquea la llegada emocional del mensaje.
Incongruencia expresiva: el discurso va por un lado y el cuerpo por otro. Quien escucha percibe esa disociación y tiende a desconfiar. Un líder que dice "Estoy abierto a escuchar" mientras cruza los brazos, evita la mirada o adopta una expresión facial de juicio está generando un mensaje contradictorio.
Tensión mal gestionada: situaciones de exposición pública o de conflicto que generan un nivel alto de estrés. Si el líder no ha entrenado su repertorio corporal y no sabe cómo manejar la tensión en su cuerpo, su lenguaje no verbal se vuelve rígido, cortante o agresivo, afectando su credibilidad.
De la conciencia a la estrategia: cómo intervenir la comunicación no verbal
Estos tres aspectos pueden trabajarse mediante diagnósticos personalizados, entrenamientos prácticos y devoluciones profesionales. En Perceptio, desarrollamos programas que integran el análisis de patrones no verbales con ejercicios específicos para fortalecer la imagen de liderazgo. En lugar de enseñar "técnicas" descontextualizadas, trabajamos con la singularidad de cada persona, su estilo, su historia y los contextos en los que se comunica.


Por ejemplo, hay líderes que ganan autoridad cuando aprenden a ralentizar sus movimientos y evitar la gesticulación excesiva. Otros, en cambio, necesitan incorporar más variedad tonal o trabajar el contacto visual para lograr una comunicación más efectiva. El análisis no parte de un "modelo ideal", sino de una lectura precisa de cómo es percibida cada persona por su entorno, y qué aspectos puede ajustar para reforzar su presencia.
El impacto es inmediato. Quienes atraviesan estos procesos reportan una mejora significativa en la calidad de sus interacciones, una mayor seguridad al expresarse y, sobre todo, una percepción externa mucho más clara y coherente. Y eso, en el mundo del liderazgo, marca la diferencia: no solo en cómo se nos escucha, sino en cuánto se nos cree.
En definitiva, mejorar la imagen como líder no es una cuestión de superficialidad. Es una decisión estratégica. Porque la forma en que comunicamos determina el grado de confianza que inspiramos, la calidad de los vínculos que construimos y el tipo de influencia que ejercemos.
Y esa comunicación empieza mucho antes de que pronunciemos una sola palabra.
